VIII

Todo valor increado es un falso valor, inerte, espúreo y sin vigor, no responde a ninguna necesidad ni a ninguna singularidad individual, no ha sido pensado ni sentido, se asemeja a una situación de hecho que hace valer como único derecho su presencia. El problema del valor planteado en términos de rango jerárquico, grado en la escala de mando o posición dominante conduce por necesidad al dogmatismo o al relativismo como formas de nihilismo intercambiable. Las valoraciones no son atributos de las cosas, algo que pueda medirse de acuerdo con patrones preestablecidos de lo que ES y, por tanto, DEBE SER. No pertenecen al campo de las soluciones sino al de los problemas y sólo se mesuran en la puesta en cuestión de lo que es según la medida de representación dictada en cada caso. Si se pretende que el valor sea, inmediatamente pierde todo (el) valor, se desmorona cada vez que se representa y se reconoce, ya que por definición no puede ser. La voz dogmática exigirá uno y no otro, mejor este que aquel; la apreciación relativa, ajena al proceso, preferirá este mismo porque no es mejor que otro. Siempre hay donde elegir cuando la creación se mantiene aparte. Las dos figuras contemplan el sentido como un hecho exterior, una realidad dada previa; la elección en el mercado de valores está a la espera de que se produzca el fallo del tribunal, la obligada decisión arbitraria.